Monday, October 29, 2007

De la página de Carlos Vallés



(Érase una vez en África, Joseph G. Healey, Mensajero 2007)


Cada mañana, cuando en África se despiertan las gacelas, saben que tienen que correr más rápido que el más veloz de los leones o, si no, no volverán a ver la aurora. Cada mañana, cuando en África se despiertan los leones, saben que tienen correr más rápido que la más lenta de las gacelas o, si no, se quedarán con hambre. No importa si eres león o gacela. Cuando salga el sol, lo mejor es que espabiles. (p. 43)



Al inscribirse para su primer safari en un parque de caza de Tanzania, el turista americano se siente seguro de saber cómo actúa ante cualquier emergencia. Se acerca cautelosamente al experimentado guía local y le dice con aire sabihondo: “Sé que llevando una linterna se puede mantener alejados a los leones.” “Es cierto”, le replica el guía, “pero depende de lo rápido que corra usted con la linterna en la mano.” (71)



Proverbio africano: “Se necesita todo un poblado para criar a un niño.” (74) En Europa, por lo visto, basta un kindergarten.



Cuando trabajaba como sacerdote en Tanzania, pasé un año entero preparando para el bautismo a un grupo masai. Al cabo del año tenía que decidir quién estaba preparado y quién necesitaba estudiar más.


Ndangoya, el más anciano, me paró amable pero firmemente: “Padre, ¿por qué tratas de dividirnos y separarnos? Durante todo el año nos has estado dando clases. Cuando tú no estabas hemos hablado de todas esas cosas, de noche, delante de la fogata. Sí, hay vagos en esta comunidad. Pero les hemos ayudado con mucha entrega. Hay tontos en la comunidad, pero les han socorrido los que son inteligentes. Hay gente con poca fe en este poblado, pero les han animando aquellos cuya fe es grande.


¿Quieres expulsar y obligar a abandonar a todos los perezosos, a los que tienen poca fe, y a los que son tontos? Desde el primer día he hablado por ellos. Ahora, un año después, puedo prestar testimonio –por ellos y por todos– de que hemos alcanzado el punto en nuestras vidas donde podemos decir: ‘Creemos’.


” Miré al anciano. Los bauticé a todos. (101)


Un misionero fue a un área remota de Tanzania a proclamar el evangelio entre los masai, un pueblo famoso por sus valientes guerreros. Un día el misionero hablaba a un grupo de adultos acerca de la salvación que nos traía Jesucristo. Les explicaba que Jesús es el Hijo de Dios, el salvador y redentor de toda la humanidad. Cuando terminó de hablar, un anciano masai se levantó despacio y le dijo al misionero: “Has hablado bien, pero yo quiero saber más de ese Gran Jefe, Jesucristo. Quiero preguntarte tres cosas sobre él, y de tus respuestas dependerá si aceptamos a Jesús como a nuestro Jefe. La primera, ¿mató alguna vez un león? La segunda, ¿cuántas vacas tenía? Y la tercera, ¿cuántas mujeres e hijos tuvo?” (199)

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