Tuesday, October 09, 2007

Un momento para la oración


Lucas 10, 38-42
Siguiendo su camino, entraron en un pueblo, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor y se quedó escuchando su palabra. Mientras tanto Marta estaba absorbida por los muchos quehaceres de la casa. A cierto punto Marta se acercó a Jesús y le dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para atender? Dile que me ayude». Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

Jesús repite aquí el nombre de Marta con profundo cariño, mientras la reprende. Ella recordará el mensaje: deja de alborotar. Y porque ella aprendió la lección, es Marta, y no María, la que tiene su lugar entre los Santos. A veces, las críticas que recibimos en forma pública nos tocan más profundamente, y nos acercan más a Dios. Señor, sálvame de ser una persona ruidosa e hiperactiva, de pensar que me trajiste a este mundo para ayudarte a salir de un problema. Enséñame a disfrutar de la contemplación.

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