Thursday, January 22, 2009

Cronicas desde Obamalandia (IV): ¿Mr. Marshall, versión keniana?


Creo que ya he mencionado anteriormente las grandes expectativas que en diferentes países y contextos ha despertado el nuevo presidente de los Estados Unidos. Posiblemente por su naturaleza, sean las expectativas africanas las más descabelladas porque de alguna manera se espera que el líder – como por desgracia sucede en muchos países africanos – tiene el deber moral de ayudar a su familia y su círculo más cercano. Es más, se consideraría un acto de egoísmo el no hacerlo y por tanto, una gran mayoría de los gobernantes africanos – desde Teodoro Obiang a Mobutu pasando por otros más de tinte pseudodemocrático como Arap Moi, Mugabe, Mubarak o Museveni – han hecho honor a este principio no escrito de ayudar a la familia extendida y a la tribu mientras uno esté en el poder.

El principio es realmente básico: la familia es una unidad de muchos componentes y si hay un miembro de la misma que “tiene éxito”, éste tiene que ayudar a los otros miembros que no han sido tan afortunados en la vida. Por tanto, el hijo o la hija mayor que – por ejemplo – ha conseguido con mucho sacrificio un puesto de enfermero en un hospital público tendrá que pagar los estudios de los hermanos que vienen detrás, ayudar a los padres, contribuir generosamente a los gastos de funerales y casamientos de la parentela y quiera o no quiera, tendrá delante de su casa una retahíla de parientes y vecinos (conocidos o desconocidos) que, sabiendo que está trabajando “para la administración,” vendrán a presentarle sus cuitas y, apelando al espíritu de solidaridad, lazos familiares y antiguos favores, etc. etc... harán lo posible para que esta persona afloje guita y satisfaga sus a veces desmesuradas demandas económicas.

Dinámicas así son las que algunos tienen en mente cuando se trata de casos como el de Obama. Muchos, movidos por el éxtasis de ver a un hijo de un inmigrante promovido a tal rango internacional, han creído que Obama se iba a convertir en poco menos de aquel “Conseguidor” de los programas televisivos de mi infancia al cual le escribíamos pidiéndole todas las cosas que se nos ocurrían como si fuera una versión permanente y sin caducidad de los Reyes Magos. En la mentalidad tradicional, sería lógico que Obama – también a través de su abuela y su familia más cercana – se convirtiera en un Aladino redivivo que transformaría el Oeste de Kenia – y las economías domésticas de la parentela - en una región próspera sin igual. A un nivel más alto, se consideraba que Obama podría ser el “gran benefactor” internacional de un gobierno que dice luchar contra la corrupción pero que no tiene las agallas de darle una patada en el culo a ninguno de sus miembros afectados por escándalos o ineficacia. Afortunadamente, Obama es mucho más astuto que eso y no dejará que se manipule su origen étnico como si fuera un apoyo incondicional a un gobierno que cuando menos necesita un buen tirón de orejas.

Afortunadamente, ya se han levantado ciertas voces que con una gran carga de razón han pedido que haya una relación mucho más “de tú a tú” y menos paternalista con el pariente americano. “Dejaos de 'chuches', hablemos de acuerdos de cooperación”, rezaba el editorial de un avezado comentarista, indicando que hay que aprovecharse del empuje que supone un presidente norteamericano que anímicamente se siente cercano a África y su problemática de pobreza – no por haberla leído en informes y tratados, sino por haberla visto y experimentado en primera persona – y a partir de ahí hacer que Kenia se transforme al calor de esa relación en lugar de esperar un genio o hada madrina que, con vara o sin ella, transforme sin esfuerzo alguno la vulgar calabaza en una refinada carroza. El mensaje era claro: no va a haber progreso sin esfuerzo, los regalitos caídos del cielo no nos van a asegurar un futuro; es hora de ponerse a trabajar y dejar de construir castillos en el aire. Todo un magnífico ejercicio de honestidad y de realismo.
Alberto Eisman
Del blog "En clave de África"
Periodista Digital

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