Sunday, January 18, 2009

La homilía de Betania: DIOS NOS LLAMA Y ESPERA NUESTRA RESPUESTA

Por José María Martín OSA


1.- La vocación en la Biblia: llamada y respuesta. Dios llama de una manera especial a algunas personas para una misión específica. El relato de la vocación de Samuel, uno de los más conocidos de toda la Biblia, sirve para entender cómo llama Dios, cómo sigue llamando hoy.. El texto habla de una época de “silencio de Dios” a los hombres. Algo importante le falta al hombre cuando tiene el silencio de Dios por compañero. Aunque, para muchos, hoy es normal no hablar con Dios y no se ve qué añade o qué quita la voz de Dios. Algunos piensan: “Se vive bien, sin que pase nada especial, al margen de Dios”. La noche evoca miles de situaciones y una infinidad de experiencias. El templo no es un escenario frecuente de llamada. Tampoco para muchos es lugar frecuentado. Los espacios y los tiempos son importantes. De noche y en el templo... Dios no se calla. Una luz brilla en la noche. No hay lugar para la tristeza ni para la desesperanza. Cuando todo parece imposible, es el Señor el que nos sorprende con su luz. Muy tenue luz, muy fina luz,... en medio de una noche que parece que vuelve todo definitivamente oscuro.



2.-. Dios llama por el nombre y se sirve de mediadores. La vocación siempre es con-vocación. Dios se vale siempre de algún interlocutor. En este caso se trata de una persona limitada en su función –no reconoce la profecía de Ana- pero que, en su momento, sabrá entender y ayudar a reconocer la voz de Dios. Dios golpea la conciencia de la persona. La suya no es una llamada abstracta, sino que interpela, nos llama por el nombre. Se hace notar y sentir. Samuel es presentado en el relato como una persona que obedece prontamente, pero se equivoca. Va hacia alguien que no le ha llamado. Y se equivoca reiterativamente. Sin embargo, es más importante la obediencia y la prontitud de Samuel en seguir la voz que escucha que seguirla bien. La disponibilidad para ir donde sea y cuando sea es lo que al final le lleva a Samuel a descubrir al que, en realidad, le está llamando. Ha habido en él una especie de entrenamiento, de ensayo, que le ha ejercitado en el camino de la verdad. Es curioso, por lo menos, que sea precisamente uno que no es llamado el que dice la verdad y abre los ojos al que es llamado. Algo así como si la llamada personal la vieran antes más clara los ajenos que la misma persona interesada. En este caso se trata de Elí. Algunos podrán decir: “Me llama el Señor”. Otros tendrán que decir: “Es la voz del Señor que te llama”. Dios quiere llamar a través de otras personas. Así quiere hacerlo el Señor Jesús. Fue Andrés quien condujo a Jesús a su hermano Pedro. Jesús llamó a Felipe, pero Felipe a Natanael. No debe existir ningún temor en proponer directamente a una persona joven o menos joven la llamada del Señor.



3.- Jesús nos invita a compartir su experiencia: quiere que “estemos con El”, para que nos demos cuenta que merece la pena. Hoy, el Evangelio nos recuerda las circunstancias de la vocación de los primeros discípulos de Jesús. Para prepararse ante la venida del Mesías, Juan y su compañero Andrés habían escuchado y seguido durante un tiempo al Bautista. Un buen día, éste señala a Jesús con el dedo, llamándolo Cordero de Dios. Inmediatamente, Juan y Andrés lo entienden: ¡el Mesías esperado es Él! Y, dejando al Bautista, empiezan a seguir a Jesús. Jesús oye los pasos tras Él. Se gira y fija la mirada en los que le seguían. Las miradas se cruzan entre Jesús y aquellos hombres sencillos. Éstos quedan prendados. Esta mirada remueve sus corazones y sienten el deseo de estar con Él: «¿Dónde vives?» le preguntan. «Venid y lo veréis», les responde Jesús. Los invita a ir con Él y a mirar, contemplar. Van, y lo contemplan escuchándolo. Y conviven con Él aquel atardecer, aquella noche. Es la hora de la intimidad y de las confidencias. La hora del amor compartido. Se quedan con Él hasta el día siguiente, cuando el sol se alza por encima del mundo. Lo esencial en la vida cristiana es dejarse mirar por Jesús, ir y ver dónde se aloja, estar con Él y compartir. Y, después, anunciarlo. Es el camino y el proceso que han seguido los discípulos y los santos. Es nuestro camino.



4.- La disponibilidad del llamado: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Sin “pros”, sin condiciones previas. Es la condición para que Dios hable. Se necesita aprender a escuchar... El secreto está en escuchar. La dificultad es la sordera. Cuando se está dispuesto a escuchar, se está dispuesto a responder. Un elemento importante que realza el texto de Samuel es la situación de compromiso en el que queda el llamado por Dios. Lo que escucha Samuel y lo que tiene que hacer es anunciar lo que El le pida, aunque sea algo difícil y duro de escuchar. No viene en el texto, pero Samuel tiene que anunciar a Elí que Dios le condena a él y a toda su familia.“¡Venid y lo veréis!”, dice Jesús a los dos discípulos de Juan el Bautista, que tenían curiosidad sobre el mismo Jesús. Fueron y vieron a su Salvador, y le siguieron. “¡Venid y veréis!” Ojalá pudiéramos nosotros decir lo mismo hoy a nuestros hermanos -sobre todo a los “alejados”- y mostrarles a Jesús presente en medio de nosotros. ¿Lo encontrarían entre nosotros? Y nosotros mismos, ¿reconocemos a Cristo que pasa a nuestro lado?

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