Saturday, January 10, 2009

Torpes para entender por Ángela C. Ionescu de Buenafuente


Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque eran torpes para entender (Mc 6, 45-52).

Mientras oía el Evangelio, pasaba ante el recuerdo de mis ojos el Lago de Galilea, las tempestades que allí viví, las noches serenas, de belleza casi insoportable, el viento desabrido que soplaba ráfagas de desasosiego, la indescriptible sensación de soledad, oscura e irremediable cuando sobre el Lago se ciernen nubes oscuras, la inmensa lejanía de las luces del otro lado, donde se agita Tiberias, llena de gente bulliciosa.
Y todo ello se iba mezclando con los estados del alma, viento de angustia, fatiga de remar contra todas las corrientes, incertidumbre que pesa como una losa, desamparo... Y Jesús, solo, en tierra. Es posible que quiera decirme “Ánimo, no tengas miedo”, es posible, pero su voz no llega.

Y sin embargo, durante mi vida Él ha multiplicado los panes y yo estaba allí, y yo lo vi, y estuve recostada en la hierba, y comí hasta saciar el hambre. No contaba, no hice número, como tampoco lo hacían los niños, pero ¿quita eso que yo haya comido de ese pan? Es cierto, pero no entiendo nada, ahora que el viento es contrario y apenas puedo mover un remo. No me llega su voz, dudo de todo y si me dice “No tengas miedo”, no me entero, o pienso que no es a mí. Se mezcla con las escenas del Lago el recuerdo de uno de mis primeros pensamientos al comenzar a andar tras Jesús: “Esto no es un camino de pétalos de rosa”.
Oigo la homilía y veo que se fija en la torpeza de no entender. Sí, multiplicación de panes, pero yo no termino de entender tampoco. Y entonces, al hilo de las frases quedas, resulta que Jesús está en la barca. Sí, Jesús está en la barca y quizá aún no me he dado cuenta. ¿Acaso está remando en mi lugar?
Después de todo, el camino y el remar en el lago y la vida entera son lo mismo:

Encontrarse contigo, perplejo y asombrado,
como en un despertar de un sueño pesado.
Con la pregunta sin hacer ni poner en palabras,
con los ojos del ser por fin abiertos:
"Pero yo, ¿dónde he estado?"
Tal vez la vida es esto. Una tormenta final,
un paso ligero, un segundo sin tiempo,
lo preciso para salir, ser libre,
y encontrarse contigo, que esperas desde siempre.
Ecclesia

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