Wednesday, March 11, 2009

Dad a Darwin lo que es de Darwin. Pero la creación es de Dios

Un gran congreso patrocinado por el Vaticano ha reunido a científicos, filósofos y teólogos de diferentes tendencias. Todos han dicho sí a la evolución. Pero también la estructura inteligente de la creación tiene sus defensores. Comenzando por el libro del Génesis

por Sandro Magister





ROMA, 9 de marzo del 2009 – A doscientos años del nacimiento de Charles Darwin y a ciento cincuenta de su obra más famosa, el pontificio consejo para la cultura presidido por el arzobispo Gianfranco Ravasi patrocinó un congreso internacional de gran nivel titulado: "La evolución biológica: los hechos y las teorías. Una evaluación crítica 150 años después de "El origen de las especies".


El congreso se tuvo del 3 al 7 de marzo en Roma, en la Pontificia Universidad Gregoriana. Y fue promocionado por esta universidad junto con la estadounidense University of Notre Dame. Tomaron la palabra los mayores especialistas mundiales en las diversas disciplinas, de la biología a la paleontología, de la antropología a la filosofía y a la teología. Muy variadas también las posturas confrontadas. Habían estudiosos católicos, protestantes, judíos, agnósticos y ateos.


De Darwin en adelante, pocas teorías científicas son tan ásperamente discutidas como la evolución y han determinado un cambio de paradigma así en la común interpretación de la realidad toda, incluido el hombre.Tanto en el campo científico, como en la visión de la Iglesia católica, la creación y evolución de per se no se excluyen. Pero en uno y otro campo hay tendencias a elaborar construcciones teóricas que se excluyen entre ellas.


Al presentar oficialmente el congreso, en el Vaticano, el jesuita Marc Leclerc, profesor de filosofía de la naturaleza en la Gregoriana, ha sintetizado las dos variantes ideológicas opuestas de la siguiente manera:


"La novedad del paradigma ha empujado a varios seguidores de Darwin a traspasar los confines de la ciencia para erigir algún elemento de su teoría, o de la síntesis moderna realizada en el curso del siglo XX, en 'Philosophia universalis', según la justa expresión del entonces cardenal Joseph Ratzinger, como clave de interpretación universal de una realidad en perpetuo devenir.


"Pero a lo largo de esta perspectiva se han orientado muy frecuentemente también los adversarios del darwinismo, confundiendo la teoría científica de la evolución con la ideología omnicomprensiva que la desnaturalizaba, para rechazar todo en cuanto totalmente incompatible con una visión religiosa de la realidad. Tal situación podría explicar el retorno hoy en día de concepciones 'creacionistas' o de lo que se presenta a veces como una teoría alternativa, el llamado 'intelligent design'. A este nivel estamos lejos de las discusiones científicas".


En efecto, en el congreso ningún expositor defendió una u otra de estas construcciones ideológicas. Todas han sido discutidas y evaluadas críticamente. El intento común era el de ejercitar las disciplinas individuales – científicas, filosóficas, teológicas – con las especificaciones y las riquezas de cada una, a beneficio de todas.


Luego de cinco días muy intensos, con treinta y cinco ponencias presentadas por sendos especialistas, se puede decir que el objetivo se alcanzó. La paz entre la creación y la evolución parece más sólida hoy.


Una prueba clara de como las dos visiones del mundo pueden convivir e integrarse es el ensayo que sigue, publicado la víspera del congreso por "La Civiltà Cattolica", la revista de los jesuitas de Roma impresa con la preventiva revisión de la secretaría de estado vaticana.


El autor enseña en la Pontificia Universidad Gregoriana, la misma en la que se realizó el congreso sobre Darwin. En su ensayo el autor muestra cómo el relato bíblico de la creación no sólo no es incompatible con la racionalidad moderna, sino que ha marcado "una emancipación del saber científico", entregando la creación a la responsabilidad del hombre.


Reproducimos a continuación un extracto del ensayo, publicado en el número 3807 de "La Civiltà Cattolica" con fecha del 7 de febrero del 2009:

"El origen de las especies". Génesis 1 y la vocación científica del hombre

por Jean-Pierre Sonnet


Cuando se habla de los orígenes, para los cristianos de nuestro tiempo el desafío es el de vivir una doble ciudadanía: una fidelidad inteligente a la enseñanza de Génesis 1 y una apertura atenta a las propuestas de la investigación científica. […] Sin embargo hoy ellos deben afinar esa doble lealtad, en un tiempo en el que algunos se divierten poniendo las nociones de la creación una contra la otra, bajo la forma de ideologías – creacionismo y evolucionismo – recíprocamente excluyentes.


Para los sostenedores del evolucionismo, volver al poema inicial del Génesis significa una regresión a una forma de oscurantismo incompatible con la racionalidad de la edad moderna. En este ensayo buscaremos demostrar que la referencia a los primeros capítulos del Génesis no implica en absoluto una renuncia de la inteligencia. […] Una racionalidad luminosa atraviesa estos textos, capaces de hablar a cada hombre razonable, y en particular al hombre de ciencia contemporáneo. […]


***

Génesis 1 podría tener como subtítulo "Process and Reality": el acto creador ha sido distribuido en momentos sucesivos, en la secuencia de una semana. […] Lejos de ser una explosión de potencia ciega, la creación – según el poema narrativo de Génesis 1 – es una acción que se desarrolla progresivamente, en una secuencia ordenada, en la que se enuncia un diseño.


La progresión – como ha mostrado Paul Beauchamp en el ensayo "Création et séparation" – es ante todo la de separaciones sucesivas, expresadas desde el inicio mediante la raíz verbal "badal": "Y Dios separó la luz de las tinieblas" (1,4; cfr. también 1, 6.7.14.18). A partir del tercer día, una vez constituidos los macroelementos del cosmos, no aparece más el verbo de la separación (excepto en 1,14.18, a propósito de las "grandes luces"), sustituido por otra expresión: "según la propia especie". Tal fórmula, repetida diez veces, se refiere primero a las especies vegetales (1, 11-12) y luego a las animales (1,21.24-25). Desde el origen, Dios salva de lo informe y de lo indeterminado, constituyendo progresivamente un mundo diferenciado.


En su secuencia, los días de la creación amplifican la sucesión ya ligada a la palabra. Desde el primer día los actos divinos, por cuanto inmediatos, se manifiestan en modo discursivo. […] La sucesión es sin duda una ley del lenguaje y, en particular, del discurso narrativo, que puede decir las cosas solamente una después de la otra. En un reflejo de "realismo" teológico, el relato de Génesis 1 se preocupa de hacer remontar esa sucesión a la misma libertad divina. [...]


Siguiendo paso a paso las iniciativas divinas, el narrador se preocupa de acentuar lo que el designio divino tiene construido y finalizado. El acto creador, en su secuencia, no es un proceso aleatorio o una extravagante dispersión de energía. El gesto divino – afirma el narrador – se despliega entre "principio" (1,1) y "cumplimiento" (ver el verbo "concluir" en 2,1), y en una serie ("primer día, "segundo día", etc.) que aparece progresivamente completada, la de los seis días más uno. En fin, al término del relato descubrimos que Dios lleva a cabo precisamente lo que había comenzado a crear en el origen, "el cielo y la tierra" (2,1; cfr. 1,1). En otros términos, el proceso se inserta en la inteligencia de un plan que preside cada uno de sus movimientos.


El dominio divino en Génesis 1 paradójicamente tiene su más bella demostración en las pausas que dan ritmo a la secuencia creadora. De hecho Dios une a sus iniciativas creadoras un signo de pausa y de maravilla: "Dios ve que la luz era cosa buena" (1,4). […] En cada una de estas pausas Dios revela que no es para nada esclavo de su propia fuerza; por el contrario ésta es en extremo la expresión de su libertad, como se descubre el sétimo día, cuando Dios "cesó de toda labor" ("wayysbot", de la raíz "sabat") y consagra un día entero a esta pausa (2,2). En vez de ocupar el sétimo día de la serie a "agotar" la propia potencia creadora y a llenar todo el mundo, el Dios bíblico es el que pone un límite al gesto creador, "dominando su dominio", para decir con Salomón: "Tú, Dueño de tu fuerza, juzgas con moderación y nos juzgas con mucha indulgencia" (Sab 12, 18). En esta pausa Dios fija su rechazo a llenar todo y, correlativamente, su voluntad de abrir un espacio de autonomía al universo, en particular a la humanidad. [...]


Por último, este proceso – con su disposición – revela finalidad que le subyace: los elementos progresivamente constituidos dibujan una curva, que va del "bueno" del v. 4 al "muy bueno" del v. 31. El eje de la palabra es lo que mejor revela tal curva del espacio creado. Si desde la creación de la luz Dios habla, y si habla de todos los elementos que crea – "Haya luz… Acumúlense las aguas… Haya luceros en el firmamento… " –, Él habla en segunda persona solamente a los vivientes, a partir del quinto día: "Sed fecundos y multiplicaos, y henchid las aguas en los mares, y las aves crezcan en la tierra". Hasta entonces las creaturas no eran interpeladas, sino que a lo más eran destinatarias de órdenes en tercera persona. Desde este momento Dios habla a creaturas vivientes, capaces de entenderlo.


Pero es en el sexto día, con la creación del hombre, que la persona gramatical faltante – la primera persona – hace su aparición en la boca de Dios. Primero en plural: "Hagamos al hombre" (v. 26), luego en singular: "Yo os doy cada planta como vuestro alimento" (v. 29). Y es con la aparición de la pareja humana que la palabra divina se da un interlocutor explícito: "Dios les dijo" (v. 28). Dios se dirige – y en primera persona – al ser que será también él ser de lenguaje, "el ser a imagen", destinado al dominio dulce de la palabra.


La secuencia era pues en cada una de sus partes, ordenada al propio fin. Y la forma narrativa, en particular en su modo de representar las variaciones en la palabra divina, ha sido el vehículo eficaz de tal fin.


***

Génesis 1 podría tener como subtítulo "El origen de las especies", dado la vinculación del plan divino a la diversidad de especies. Ciertamente, aquí no se trata del proceso de evolución de las especies. Si Génesis 1 evoca un proceso, este se debe buscar en la secuencia de los días, en el curso de los cuales Dios hace surgir las especies vegetales, las especies animales del agua y del aire y las de la tierra firme. Los diversos biotipos son respetados (agua, firmamento, tierra), pero la participación divina no se dirige a "clases" de animales sino que va directamente a las especies particulares: los vegetales y los animales aparecen todos "según la propia especie" (vv. 11-12, 21.24-25). Y estas especies aparecen "tales cuales", o sea en el estado en que las encuentra desde el v. 28 la mirada del hombre. La flora y la fauna consagradas por Dios en la bondad que les es propia son las que acompañan a la familia humana en su destino. [...]


Si las especies son llevadas cada una a la existencia con una intervención inmediata de Dios, son también creadas con autonomía propia. Las especies vegetales surgen provistas de su principio de reproducción: "Produzca la tierra vegetación: hierbas que dan semilla, por sus especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro, por sus especies" (1,11). En relación a los representantes de las especies animales, les dijeron: "Sed fecundos y multiplicaos" (1,22). Si la heterotomía está presente en cada instante del poema narrativo de Génesis 1 – ya que las creaturas tienen su secreto en este Otro que las hace surgir –, la autonomía de las especies en la duración también es manifiesta: Dios crea a los vivientes confiándoles a su autonomía reproductiva, a lo que los hará "iguales" de edad en edad.


Hay otro texto del Pentateuco, el capítulo 11 del Levítico, en el que se hace plenamente evidente el argumento del "discurso sobre las especies" de Génesis 1. […] El tratado sobre los animales puros e impuros que se lee en Levítico 11 constituye en efecto una puesta en acto sofisticada de los datos y de las distinciones introducidas en Génesis 1. Una nueva luz ha sido traída sobre Levítico 11 con los trabajos de Mary Douglas, antropóloga inglesa, que ha publicado en 1996 "Purity and Danger". Ya en 1962 Claude Lévi-Strauss en su "La Pensée sauvage" había […] demostrado a través del análisis de varios mitos y de su estructura que el pensamiento primitivo llamado "salvaje" estaba guiado por una lógica rigurosa, clasificadora. En "Purity and Danger" Douglas demuestra que Levítico 11 ilustra perfectamente tal lógica. […] Dios ha declarado la bondad de todas las creaturas animales, incluso los monstruos marinos, consagrando su división por especies (Gen 1,21-25). ¿Por qué entonces Levítico 11 introduce distinciones suplementarias entre animales puros e impuros? Las diferencias introducidas en Levítico 11 valen únicamente para el pueblo que ha sido "distinguido": son de orden práctico y se refieren al régimen alimenticio de los israelitas y a su práctica sacrificial; se refieren a un pueblo llamado a entrar en la santidad de Dios – y en su "diferencia" – entrando en un mundo más rico de diferencias. Un pasaje del Levítico resume tal vocación singular: "Pero a vosotros os he dicho: Yo soy Yahveh, vuestro Dios, que os ha separado de estos pueblos. Habéis de hacer separación entre animales puros e impuros, y entre aves impuras y puras; para que no os hagáis abominables, ni con animales ni con aves, ni con lo que se arrastra por el suelo; porque os he separado todo eso como impuro. Sed, pues, santos para mí, porque yo, Yahveh, soy santo, y os he separado de entre los pueblos, para que seáis míos" (20,24-26). [...] Unida a las otras distinciones introducidas por el Levítico, la distinción de los animales limpios e inmundos está entre las que ponen los hijos de Israel del lado de […] un respeto más atento, en los otros y en sí mismos, del primer don de Dios que es esta vida. Una vez más, la visión bíblica no sostiene una religiosidad irracional, sino que se revela ligada a una sabia articulación del mundo, respetuosa de las distinciones internas a la realidad y de la finalidad indicada por ellas.

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Génesis 1 podría finalmente tener el subtítulo dado por Karl Popper a su última obra: "Cuestiones en relación al conocimiento de la naturaleza". Adán prolonga la obra creadora de la separación de las especies. De ese modo, ejercita, a imagen de Dios, el "dominio dulce" del mundo que le es confiado (1,28).


Un texto del libro de los Reyes afirma además que él ejercita en esto una función real y, por decir así, "científica". El elogio de la sabiduría de Salomón termina con estos versículos: "La sabiduría de Salomón era mayor que la sabiduría de todos los hijos de Oriente y que toda la sabiduría de Egipto. […] Pronunció 3.000 parábolas y proverbios, y sus cánticos fueron 1.005. Habló sobre las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que brota en el muro; habló de los cuadrúpedos, de las aves, de los reptiles y de los peces" (1Re 5,10-13). En el estado-jardín que son Judea e Israel (cfr. 1Re 5,5), Salomón, lleno de la sabiduría que ha recibido, prolonga el gesto de Adán que "puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo" (Gen 2,20) y da inicio también al gobierno del mundo con el lenguaje.


Después de Herder y Heidegger, no han faltado las interpretaciones que han visto en los nombres que Adán da a los animales el nacimiento de la vocación poética del hombre, la de "habitar poéticamente esta tierra" (Hölderlin). A decir verdad, el trasfondo cultural de la doble escena (en Génesis 2 y en 1Re 5) invita a ver a Adán y a Salomón representados como poetas y como hombres de ciencia. La sabiduría enciclopédica de Salomón en el citado retrato de 1Re 5, 12-13 es cercana al saber clasificador y a la "ciencia de las listas" de los habitantes de Mesopotamia, de los que derivan también los inventores del libro de los Proverbios y de los códices de leyes bíblicas. De tal "ciencia de las listas" elaborada entre el Éufrates y el Tigris, René Labat escribe: "También si no estaba dirigida a la universalidad, ella se encuentra en práctica extendida a todos los órdenes del conocimiento: ciencia de la naturaleza en las listas de minerales, de plantas y de animales; ciencia de las técnicas en las listas de utensilios, de vestidos, de construcciones, de alimentos y bebidas; ciencias del universo en las listas de los dioses, de las estrellas de los pueblos o barrios, de ríos y de montañas; en fin, ciencias del hombre en las listas de las características físicas, de las partes del cuerpo, de los oficios y de las clases sociales".


Tal clasificación de los fenómenos de lo real se organiza en particular a partir de sus nombres. En la Biblia hay un eco de la actividad creadora de Dios que crea las cosas dando a ellas un nombre. "El círculo de las conocimientos de Salomón, zoológica y botánica, es otro jardín de Adán", escribe Paul Beauchamp. Adán y Salomón testimonian ambos – uno en los orígenes y el otro en la "modernidad" de la historia – la vocación del hombre a habitar "científicamente" la tierra que Dios les ha confiado.


Labat en su nomenclatura menciona la elaboración de las "listas de los dioses". Pero esto es una tarea que no le toca más al hombre bíblico, cuyo único Dios se revela irreducible a fenómenos del mundo. Es necesario en efecto poner de relieve cómo el monoteísmo bíblico ha transformado la relación del "saber" del hombre con el mundo que lo circunda: en el mundo bíblico la "ciencia de las listas" tiene un nuevo sentido. Los politeísmos del antiguo Cercano Oriente, egipcios, mesopotámicos y cananeos […] estaban estrechamente ligados a ambientes cósmicos: el cielo, la lluvia, las constelaciones, el aire, el viento, las aguas dulces. Esto ya no es pensable en el contexto bíblico: si Dios penetra con su mirada y su cuidado el mundo que ha creado, hasta en los puntos más inaccesibles (cfr. Job 38-39), sin embargo está "separado" en su absoluta trascendencia (cfr. Is 40,25; 46,5; 66, 1-2).


Las sociedades religiosas del antiguo Cercano Oriente se caracterizan además por un fondo oscuro en el que reinan demonios y fuerzas maléficas. El pensamiento bíblico ha reorientado este dato notablemente. […] Liberada de las inmanencias divinas y demoníacas, la tierra del hombre bíblico le es entregada por completo: "Los cielos, son los cielos de Yahveh, la tierra, se la ha dado a los hijos de Adán" (Sal 115,16). Esta le es confiada en toda su extensión, cielo, mar y tierra, como canta el salmo 8, con el deber de investigación que le sigue: "Es gloria de Dios ocultar una cosa, y gloria de los reyes escrutarla" (Prov 25,2). Esa tarea real del hombre bíblico recibe la forma más "moderna", casi secularizada, en la investigación de Salomón, como está representada en el libro de Cohélet: "He aplicado mi corazón a investigar y explorar con la sabiduría cuanto acaece bajo el cielo" (1,13). Ciertamente tal empresa está distante de las ciencias modernas: para hacerse operativas, estas deberán cruzar otros umbrales de racionalidad, comenzando por la de la conceptualidad griega. Es verdad sin embargo que el pensamiento bíblico de la entrega de la creación al saber y al poder del hombre constituye una de las condiciones de la emancipación del saber científico.


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Génesis 1 es pues, a su modo, una manifestación de la inteligibilidad del mundo […] Este capítulo y los que le siguen en el Génesis no afirman de hecho una forma de competencia entre la ciencia divina y la del hombre. El acceso del hombre al saber del lenguaje no es una prerrogativa robada a la divinidad, como un fuego prometeico, no obstante las falsas promesas de la serpiente en Gen 3,1-5. La vocación "científica" del hombre es en cambio enunciada en los momentos de presencia de Dios al hombre, como discurso dirigido por Dios a Adán en Génesis 1, o como cercanía de Dios al hombre en el jardín en Génesis 2, o como la experiencia mística en 1Re 3, donde Salomón pide a Dios sabiduría, que en particular tomará la forma de su gobierno del mundo a través de la palabra. Este saber no esta libre de caer en desviaciones, sino que procede ante todo del "ser a imagen", como la tarea real confiada por Dios a Adán. El salmo 8 pone las cosas en la justa perspectiva, cuando celebra el señorío de Dios celebrando el del hombre: "Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies.

Chiesa

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