Thursday, March 05, 2009

Efecto pantalla


Recupero aquí un artículo publicado en el Boletín Salesiano hace unos meses, porque el tema me parece cada vez más actual. No afecta sólo a los adolescentes y jóvenes. Sin embargo, les implica especialmente a ellos, porque están creciendo en esa "cultura" de pantallas y realidades virtuales. Creo que es un tema que exige una reflexión pedagógica seria, que no sea hecha sólo a golpes de actualidad. Me refiero con esta última frase, como habrán adivinado, a diversos casos recientes, muy dolorosos y trágicamente conocidos, en que se entremezclan los jóvenes y estos medios de comunicación que tienen que ver con las nuevas tecnologías:

Cada vez nos extraña menos una imagen como la que presentamos en la fotografía que acompaña estas líneas, en que una multitud contempla un espectáculo o acontecimiento importante o de especial belleza, o ambas cosas a la vez. En el caso de la fotografía adjunta, diremos para los curiosos que se trata del comienzo del espectáculo de luz y sonido de las fuentes de Montjuic de Barcelona, en una noche de primeros de mayo de 2008. Hay un grupo de personas que han ido a ver dicho espectáculo… Pero, en realidad, ¿de qué están pendientes sus ojos? ¿De las mencionadas fuentes? ¡No, ni mucho menos! Sólo miran unos pequeños cuadraditos que les presentan una visión muy limitada del espectáculo que han ido a observar. Pero no les importa. Pertenecen a nuestra sociedad y se han acostumbrado a mirar la realidad a través de pantallas: pantallas de móviles, de cámaras digitales, de televisión, de grabadoras… Creen que son más listos y modernos que los ingenuos que acuden al espectáculo sin ninguna pantalla a mano y se limitan a mirar con los ojos bien abiertos y contemplar la realidad…

Hay quien visita los lugares y paisajes más hermosos del planeta sin despegar la vista de sus diversos artilugios electrónicos que cazan imágenes, y sin echar más que una ojeada a la imagen real. Nos parecemos cada vez más a los miles de visitantes de las cuevas de Altamira de Cantabria, que no entran en la cueva real, sino sólo en una reproducción de cartón piedra. En el caso de las cuevas, hay una causa que justifica esa pérdida de realidad, el ver lo virtual para perderse lo real, que es la conservación de las paredes y pinturas prehistóricas, que no resistirían la presencia diaria de miles de personas sin deteriorarse seriamente. Sin embargo, cuando no hay una razón de causa mayor, ¿por qué preferimos ver lo virtual, la copia en nuestras pequeñas pantallas, en vez de la realidad?

“Para guardar una foto, una imagen, que nos haga recordar siempre el momento y el lugar…”, nos responden. Sí, pero, ¿para qué recordar algo que no hemos visto porque estábamos muy ocupados en hacer la foto o filmar su imagen…? A esta incongruencia nuestra de contemplar de modo tan irreal, a través de pantallas interpuestas, la realidad, lo bautizó el filósofo Jean Baudrillard, fallecido en marzo de 2007, con un nombre bastante lógico: “Efecto Pantalla”. Y lo peor del asunto es –decía el pensador francés- cuando esas pantallas sirven imágenes que no seleccionamos nosotros (televisión, canales de Internet…). Hay un momento en que creemos ver la realidad, que estamos más informados que nunca, y sólo vemos lo que alguien quiere que veamos. Y la mayoría de las veces por motivos bastante inconfesables.

Con frecuencia son adolescentes y jóvenes los que tienen más tendencia a usar estos pequeños artefactos, seguramente porque han crecido en medio de la proliferación de todas estas pequeñas y grandes pantallas, y también porque apenas se les educa para saber desentrañar críticamente su lenguaje y su utilización indiscriminada. No quisiéramos exagerar ni ser apocalípticos, pero puede que exista una generación que haya crecido confundiendo la vida real con lo que sale en sus pantallas. Cuando los niños ven películas violentas o trágicas, los adultos suelen decirles: “No pasa nada, que es mentira. Es sólo una película. No está pasando de verdad…” ¿No puede suceder que cuando pegan a un compañero en el colegio o en la calle y lo filman en su móvil también crean que “es una película y no pasa nada”…? En este caso, se trata de sucesos puntuales y en los que no participan la gran mayoría de chicos.

Sin embargo, puede haber otro perjuicio menos escandaloso, pero a la larga también grave. Nos referimos a la posibilidad de confundir realidad y ficción. Que nos preocupemos más de lo que quieren que nos preocupemos, que nos distraigan y no nos permitan acceder a la verdadera y a veces lacerante realidad. Que sintamos más las peripecias y aventuras de los chiquilicuatres de turno, que acaparan nuestras pantallas, que las grandes pandemias mundiales o los efectos devastadores del hombre y la pobreza.

Quizá hoy necesitemos más que nunca darnos baños de realidad de vez en cuando. No para amargarnos ante hechos trágicos, pero sí para no desconectarnos del mundo real, y sobre todo para poder obrar en consecuencia. Cuentan los que conocieron al obispo salvadoreño Óscar Romero, y él mismo lo dejó escrito, que sólo cuando se encontró ante el cadáver de su amigo Rutilio Grande, sacerdote jesuita asesinado a causa de su compromiso por mejorar una insufrible realidad de injusticia y pobreza, cayó en la cuenta de golpe de lo que de verdad estaba pasando en su diócesis. Y actuó en consecuencia. También cuenta Don Bosco en sus Memorias del Oratorio cómo uno de los mayores favores que le hizo su director espiritual, José Cafasso, fue llevarle, siendo un joven sacerdote recién ordenado, a las cárceles de Turín para que viera cómo estaban de verdad cientos de muchachos. “Me quedé horrorizado…”, escribe Juan Bosco… Sí, pero ese baño de realidad contribuyó decisivamente a hacer de él quien luego fue, justamente alguien que nunca vio la realidad a través de pantallas…
Jesús Rojano
Patio Salesiano
RD

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