Tuesday, March 31, 2009

El Maestro

El maestro aquella mañana miró al horizonte y se dio cuenta de que no podía difundir su doctrina entre los poderosos. Estos tenían palacios, fábricas, refinerías, oligopolios de la comunicación, multinacionales y hermosas mujeres que acudían al olor de su dinero dispuestas a todo. Estaban demasiado llenos para recibir algo.


Por eso decidió pisar el polvo de los senderos e irse al campo con los pobres campesinos, predicar su mensaje entre pescadores hambrientos, reunir a los enfermos y desheredados de las aldeas y hablarles junto al lago.


Decía: “Felices los pobres, los que no cuentan, los que necesitan cariño y están solos. Felices vosotros los no violentos, que sembráis paz en los caminos y estáis siempre dispuestos a perdonar y echar una mano. Cuando sois pequeños, sois grandes y cuando queréis a una de estas viejitas o a cualquier chaval maltratado os incendiáis de un fuego que no acaba. No tengáis miedo a decir la verdad, aunque intenten amordazaros o llevaros presos, porque sólo la verdad engendra gente libre.


Con cada sonrisa y cada vaso de agua que deis os iréis encontrando a vosotros mismos, que nuestra esencia es dar y hay más gozo en ello que en recibir. Y a Dios no lo busquéis entre las nubes, sino cerca, en el vecino y en la calle de al lado.


Desconfiad de esos místicos que huyen de los hombres y parecen insensibles palos de escoba. ¿Sabéis que os digo? Que los que con tanta seguridad dictan normas y se consideran administradores divinos, se parecen a máquinas expendedoras de tabaco programadas para hablar sin sentir.


Sólo confiad en aquel que para ayudaros se le vea dispuesto a aprender de vosotros y nunca creáis que lo habéis aprendido todo, porque entonces se os cerrarán las puertas y se esfumará la magia de la vida. Si queréis, seguidme. Pero no es obligatorio. Si a alguno se le ocurre convertir en ley mis palabras, éstas se marchitarán al instante como flores en el desierto.


Yo no condeno a nadie. Lo mío no es condenar. Me encanta por el contrario liberar a la gente de sus fardos.


No tengo fieles, ni sectas, ni oficinas, ni programas de gobierno, ni subordinados o jerarcas, ni otro tinglado o patrimonio que el de un puñado de amigos que han aprendido a decir la palabra“gratis”. Ya, ya sé que eso es peligroso. Pero no tengáis miedo pues cuando la noche es más oscura ya es pleno día, y sólo en los que tienen el alma abierta a la sorpresa descubriréis el poder de nacer de nuevo”


Así dijo. Pero los políticos, comerciantes y clérigos del lugar se asustaron sobremanera y decidieron contratar a un matón a sueldo para quitarlo de en medio.


Pedro Miguel Lamet
blog "El alegre cansancio"
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