Sunday, March 15, 2009

La homilía de Betania: LA MURALLA QUE NO DEJABA VER A DIOS

Por José María Maruri, SJ

1.- El tío Domingo en realidad era tío-bisabuelo mío y vivía encima de “Ulloa Óptico” en Carmen 14 (**). Todos los sobrinos-biznietos le íbamos a visitar los domingos y él nos daba a cada uno una peseta, cantidad muy respetable en aquellos tiempos. Menos espléndido era le abuelo Pepe, como buen gallego, que nos daba diez céntimos por cada regadera que le llevábamos desde el estanque se atrás del jardín hasta donde él regaba las flores, en Pozuelo (**). ¿Era nuestro amor el tío Domingo y el abuelo Pepe un toma-y-daca…? Creo que no… Digo, espero que no…


2.- Nuestro Padre Dios quiso dar al hombre una ley que no fuera un toma-y-daca, si no una verdadera ley de amor y de respeto, entre el hombre y Dios y entre los hombres entre si. Y ahí están los mandamientos, normas que debían regular las relaciones en la gran familia humana y también reconocer que el Padre Dios, como el tío Domingo o el abuelo Pepe, les prometió alguna pesetilla con aquello de la Tierra Prometida


Pasaron muchos siglos y aquella ley de amor se convirtió en pura ley mecánica: unas inflexibles normas de tráfico. O peor, porque las normas de tráfico, no prometen premios y sólo nos acarrean multas y pérdidas de puntos en el carné de conducir. Pero en la ley de Dios interpretada por los legisladores se prometía premio por el sólo cumplimiento externo, de ayunos, de sacrificios, de limosnas al templo.


Y así encontró Jesús la religión y el templo. La Casa de su Padre, levantada para que los hombres vinieran a visitarle como hijos, como los biznietos del tío Domingo. Pero en esa Casa del Padre se había levantado una muralla de sórdidos intereses entre el pueblo sencillo y Dios: las mesas de los cambistas, las jaulas de palomas, los rebaños de corderos, los abultados bueyes… Era una muralla que no dejaba ver al verdadero Dios, Padre cariñoso de todos. Al mismo Dios le habían dado la apariencia de mercachifle y eso ofendió al Hijo de Dios, que conocía la generosidad sin límites de su Padre.


Y ofendido en lo más íntimo de su corazón de hijo empujó aquella muralla de mesas, jaulas, corderos y bueyes, porque todo aquello era como cobrar a los hijos una entrada para ver a su propio Padre. Como si la tía Paulina, mujer del tío Domingo, nos hubiera cobrado a nosotros una pesetilla por venir a verle.



3.- Pensando en voz alta –diría uno— ¿qué haría Jesús en tantos sitios de peregrinación cristiana, sea Fátima, Lourdes, Roma o Tierra Santa? ¿Pero no hay que marcharse de peregrinación? ¿Qué pensaría el Señor de nuestras visitas de puros turistas, de domingueros?
¿Nuestra ascensión a Dios por la oración no tiene mucho de nuestro subir por las escaleras mecánicas de El Corté Ingles de lo que nos interesa? ¿Éxito en un examen tras haber vagueado en el curso? ¿Qué un negocio nos salga redondo? ¿Qué nos toque el bote de la Lotería Primitiva? Y espero que pidamos que mejore el Real Madrid que eso hasta para Dios no va a ser fácil.
¿En los saldos del domingo no buscamos un poco de tranquilidad de conciencia con el precepto de oír misa? ¿Por eso al comenzar la misa estamos una mitad y al final ya estamos todos? O nos quedamos en la puerta para acabar con la bendición final recibida en la espalda.


¿No estamos trapicheando con nuestro Padre Dios? ¿Tenemos una religión de cariño a Dios y a los hermanos? ¿O venimos en busca de la pesetilla del tío Domingo?


Acaba el evangelio diciendo que el Señor conoce todo lo que hay dentro de nuestro corazón pues el que nos perdone con una cariñosa sonrisa si ve que en el fondo, todos, aunque le queremos, también somos interesados.


(**) Calle del Carmen del centro de Madrid. Ulloa Óptico, franquicia de ópticas que hoy pervive y tiene muchas tiendas. Pozuelo, pueblo al Oeste, hoy ciudad dormitorio.

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