Saturday, March 07, 2009

«Las tensiones en la Iglesia, como en cualquier otro grupo humano, hacen avanzar»


"Escribo para los buscadores de este tiempo", afirma sor María Victoria Triviño. La religiosa franciscana, prolífica escritora, presenta su obra número 35, "La Palabra de Odres Nuevos" (Desclé), un estudio sobre la vigencia de las Sagradas Escrituras escrito con motivo del reciente Sínodo de la Palabra y donde demuestra que, pese a las dificultades, el Evangelio tiene plena vigencia. "Si no, no habría cristianos". La entrevistamos.

Me dice que el libro viene a ser una reflexión a partir del último Sínodo de la Palabra…
Sí. El anuncio del Sínodo hace ahora algo más de un año, fue un disparo de salida para mí. ¿Se iba a estudiar la palabra de Dios y su función en la Iglesia?, pues allá voy yo. Para mí, la Sagrada Escritura es la vida desde que la estudié hace muchos años, quedé enamorada, fascinada de la Palabra de Dios, creo que es un alimento estupendo. Y pensé que, en ese momento tenía que hacer mi aportación. Enseguida salieron unos temas recogidos, que había escrito para mí, no precisamente para publicar. Al pensar ya en preparar, revisé mis escritos y fui haciendo temas nuevos. Desde la vivencia de lugares bíblicos que me han aleccionado y enseñado, comencé a escribir. Así es como preparé el libro, con la ilusión que saliera al mismo tiempo que se celebraba el Sínodo. La editorial fue tan diligente que lo consiguió.
Parafraseando el título del libro… ¿necesita la Palabra odres nuevos, lenguajes nuevos, fórmulas nuevas de llegar?

Sí, por supuesto. Quiere sugerir cómo esa Palabra, el Verbo, es lo que está presente… quiere hacer un juego. Hay un capítulo “la Palabra, el pan y las llagas”, quiere llegar al centro de la Sagrada Escritura.
¿Tiene vigencia la Sagrada Escritura, la Palabra de Dios, en el mundo de hoy?
¡Yo creo que sí! Si no, no habría cristianos…
Se lo digo porque estamos en un mundo en el que cada vez la presencia de lo religioso quiere quedar más relegado en el ámbito privado…

Creo que se está purificando y renovando todo. Se tiene que hacer un uso nuevo de todo. Se tiene que manifestar de otra manera, más vivencial, experiencial. Con entusiasmo, con vibración. No se puede dar la Palabra como quien da un sermón. La Palabra y todo se está purificando. Por eso hay esa especie de empequeñecimiento, pero esto volverá… y tiene que ser nuevo.
Como experta en el estudio de la Palabra. ¿Hay algún pasaje bíblico que especialmente provoque el latido?

Todo. Lo que provoca el latido es la presencia de la Palabra, de Jesucristo. Eso es lo que provoca el latido. Su presencia, que es lo que se ha de encontrar en la Palabra. Siempre la reflexión de la Biblia tiene que acabar en Su presencia, en un contacto con Él. Si no, se habrá trabajado la Biblia como si fuera La Odisea, por decir algo antiguo
¿Cómo ha estructurado el libro?

Es como un crucero que yo invito a hacer. Es un viaje por algunos lugares de la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Unos cuantos lugares encontrados. Cada capítulo es un puerto. Hay que bajar allí, hay que entretenerse, escuchar lo que se dice, contemplar lo que sucede, aprender. Reflexionar. Y hacerlo vida. Es un querer acompañar para enamorar de la Palabra al que lo lee, para ver que la Palabra es hermosa, es fácil, lleva vida. Es estupenda, y para todos. No he querido escribir ni para monjas ni sólo para cristianos. He querido escribir para todos. En mi campo de relaciones, los que vienen al convento, hay cristianos, hay católicos, hay de otras religiones, y también creyentes en Dios o en otras cosas. Pero son buscadores. Y cuando hay tantos buscadores en este tiempo, que son gente estupenda, que se purifica. En ese acercamiento a nosotras es muy positivo. Escribo para esos buscadores. Que me puedan entender, y con un sumo respeto a cada cual, yo expongo lo mejor que tengo.
Hemos visto su “afición” por la Biblia… ¿Cuál es su primer recuerdo de lectura, afrontamiento de la Biblia? ¿Cómo se sigue sorprendiendo?

Llevo como religiosa desde hace 55 años. Cuando empecé a estudiar, la primera clase de un profesor capuchino, nos dijo que la Biblia era diferente de lo demás, que si queríamos de verdad aprender, teníamos que pedir el don de las Escrituras, para poder ir conociéndola en profundidad, y no estudiarla como un libro cualquiera. Yo tomé muy en serio eso, de modo que en el Instituto de Teología, cuando terminaba la segunda clase, bajaba a la capilla y me ponía delante del Señor. Y subía… Yo pedía todos los días emocionarme con la Palabra, y estudié siempre de rodillas, de modo que siempre hubiera una actitud en mí de recibir el Espíritu Santo, para que la inspiración de la Biblia reviviera en mí. Entonces, nunca me ha resultado pesado, siempre me he sorprendido, siempre me resulta nueva.
Hoy mismo, en el primer salmo de Laudes, era para hacer otro capítulo. “El injusto escucha en su corazón un oráculo de pecado”. Yo pensaba “injusto”. ¿Cuántas veces escuchas lamentos por la calle, preocupaciones, la crisis?
Estamos con la crisis, y es verdad, es un sufrimiento, pero algo bueno saldrá. Al escuchar tanta negatividad, dices que esto es injusto. Porque toda esa negatividad la arroja gente que está viva: que siente, que se mueve, que tiene… que es persona y puede pensar, que tiene familia… Es injusto. Entonces, es un oráculo de pecado el sacar tanta negatividad del corazón. Los pecados también cambian
¿No cree que desde la propia Iglesia esa sensación de sólo sacar lo malo, el prohibir?

Gracias a Dios hay de todo, así se compensa. Hay un capítulo, el 20, en el que yo planteo eso. Esas tensiones que están en la Iglesia, en cualquier grupo humano, que hacen avanzar. A los apóstoles les pasó. Tuvieron tensiones y dificultades muy fuertes para adaptarse en medio del ambiente que en cada lugar se encontraban, y poner en solfa la orden del Señor: Id y predicar. ¿Pero con qué autoridad? En aquellos tiempos, los profetas avisaban al pueblo en qué se tenían que corregir. Ahora hay que pedirnos responsabilidades a nosotros mismos. En el pedir responsabilidades se llega al absurdo, en lugar de perdirnos responsabilidades a nosotros mismos. Hay mucho camino que hacer, pero se andará.
Y mientras tanto, seguiremos leyendo esa interpretación de la Palabra con esos Odres Nuevos, intentando buscar una esperanza y unas propuestas que no tienen por qué ser solo para personas que no se cansan de buscar. Todos somos buscadores
Sí, yo soy franciscana. Y el franciscanismo es un modo de vivir con humildad.
Por Jesús Bastante
RD
Sábado, 7 de marzo 2009

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