La compasión
La Palabra, que se proclama hoy en la Liturgia, nos revela una de las novedades del Evangelio, la compasión divina, y nos exige la actitud más identificativa de los cristianos: “Sed compasivos como vuestro Dios es compasivo”.
El Dios terrible del Sinaí, se manifiesta misericordioso, lento a la ira y rico en piedad. “Aunque nosotros nos hemos rebelado, el Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona” (Dan 9, 8-9).
La identidad de Dios, su compasión, y sobre todo la experiencia de su perdón, se convierten en exigencia (Lc 6, 36). Resultaría terriblemente escandaloso que nos aprovechemos de la magnanimidad divina y en cambio nos comportemos justicieros con los que nos rodean.
Recuerda la parábola que pronunció Jesús sobre el criado inicuo:
“El siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré."
Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: "Paga lo que debes."
“El siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré."
Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.
Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: "Paga lo que debes."
Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: "Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré."
Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía” (Mt 18, 26-30).
Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía” (Mt 18, 26-30).
Tenemos en nuestra mano la llave de la compasión divina: “La medida que uséis, la usarán con vosotros” (Lc 6, 38). Esta misma semana, hemos escuchado: “perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (Mt 6, 12). “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten” (Mt 7, 12). Sobre todo como queréis que Dios os trate: “Que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados” (Sal 78 [79], 8).
En un mundo violento, en una hora de confrontaciones ideológicas, cuando se extiende sobre tantos la sombra de la crisis económica, del paro y cabe que hasta del hambre, el distintivo cristiano es la compasión del corazón y de las manos: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.
Ecclesia
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