Tuesday, March 10, 2009

«Montserrat es nuestro Sinaí»


Por Josep M. Soler
Abad de Montserrat
Martes, 10 de marzo 2009
Estos días, en Montserrat, conmemoramos el sexto centenario de la constitución de nuestro monasterio en abadía. Desde los inicios, entorno a 1025, hasta el 10 de marzo de 1409, durante casi 400 años por lo tanto, la comunidad de Montserrat era una casa dependiente de Ripoll, el cenobio fundador, aunque los últimos años esta dependencia había disminuido en algunos aspectos.

Las circunstancias que llevaron al priorato montserratino a la autonomía que le otorgaba el rango de abadía serían muy circunstanciales y con connotaciones propias de la sociedad medieval. Fue Benedicto XIII, el llamado Papa Luna, con sede en Aviñón, durante la cisma de Occidente, quien, una vez Montserrat pasó a su obediencia como había hecho ya antes el conjunto de la Corona de Aragón, nombró primer abad de nuestro monasterio el P. Marc de Vilalba. Este martes, día 10, se cumplen 600 años. Acabado el cisma, el papa legítimo Martín V, el año 1418, ratificaba el abadiado montserratino. Y con eso la mayoría de edad, podríamos decir, de la comunidad. Dios se sirvió de estos hechos, conducidos por voluntades humanas, para llevar a cabo su plan sobre este lugar mariano y benedictino. La historia posterior de la abadía montserratina ha sido tejida de momentos de alegría y de dolor, de épocas de más esplendor o de más decadencia, pero con una comunidad monástica presente en esta casa de santa María prácticamente de una manera ininterrumpida desde la fundación hasta el día de hoy.

Al conmemorar, ahora los 600 años de erección en abadía, damos gracias a Dios por el inicio de la autonomía concedida a la comunidad de Montserrat. Esta autonomía, no es una independencia total sino que se vive en la comunión de fe y de caridad de la Iglesia y con unos vínculos muy estrechos con las iglesias diocesanas con sede en Cataluña.

Es la Santa Sede que, a través de los organismos monásticos competentes, valora la capacidad de la comunidad para llevar una vida monástica madura y para discernir las opciones más adecuadas a cada momento con respecto a la actualización de la carisma monástico iniciado por san Benito y al servicio pastoral de acogida y de evangelización de la comunidad.

Al igual que ahora hace 600 años, la autonomía de nuestro monasterio es una muestra de confianza y un reto. Muestra de confianza por parte de la Iglesia y de los superiores monásticos en el camino que recorre la comunidad montserratina. Reto para nosotros con el fin de ser fieles a nuestra vocación, a la confianza que nos da la Iglesia y al servicio del Pueblo de Dios, particularmente de los peregrinos que suben a venerar Santa María.

El Montserrat de hoy es fruto de la tradición benedictina recibida de Ripoll, de la autonomía que le fue concedida ahora hace seis siglos, de los peregrinos de todas partes y de la Iglesia y el Pueblo catalanes que han contribuido a darle una fisonomía propia al abrigo de la Madre de Dios.
En el Virolai cantamos que Montserrat "es nuestro Sinaí". La montaña alta de la Transfiguración del evangelio de este Domingo II de Cuaresma evocaba precisamente la montaña del Sinaí donde Dios se manifestó a Moisés para darle sus diez palabras que tenía que comunicar al pueblo. Jesús, muy superior a Moisés, es portador de la Palabra divina definitiva y liberadora, por eso el Padre del cielo nos dice que le escuchemos.

A partir de esta realidad evangélica, Montserrat está llamado a ser un monasterio y un santuario donde, con la presencia espiritual de la Madre de Jesús, se irradie la Palabra y la gracia que nos vienen de Jesucristo, un lugar donde los peregrinos que vienen, junto con los monjes y los escolanes que vivimos aquí, nos adentramos todos en el misterio de la transfiguración de nuestra vida por medio de la participación en los sacramentos. Particularmente de la Eucaristía, que es portador de vida nueva y de inmortalidad.
+ Josep M. Soler, abad de Montserrat

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