Saturday, March 14, 2009

Sábado segundo de Cuaresma por Ángel Moreno de Buenafuente

RETORNOS


En este tiempo es clásica la lectura del pasaje evangélico, que narra la parábola del “hijo pródigo”, como demostración que hace Jesús de la bondad divina, e invitación a todos a retornar, arrepentidos y confiados, al abrazo de Dios.

Contempla el pasaje del Evangelio de Lucas (Lc 15, 1-32) como si fuera la primera vez, déjate impactar por las diferentes actitudes de los protagonistas del relato, quizás acontezca que te veas reflejado en alguno de los comportamientos descritos.

Es muy conocida la interpretación en la que el lector se proyecta en la dureza del “hijo mayor”, en el arrepentimiento del “hijo menor” y, por último, se sorprende con la resonancia de que es llamado a protagonizar en su vida las entrañas del “padre”.

El profeta, al mismo tiempo que suplica al Señor por las ovejas que habitan apartadas en la maleza, reconoce: “¿Qué Dios como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad?” (Miq 7, 18)

Y el salmista se hace eco de la experiencia del perdón: “Bendice alma mía al Señor, no olvides sus beneficios. Él perdona todas tus culpas y cura todos tus enfermedades” (Sal 103 [102], 1-2).

Sólo queda gustar
“¡Qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a Él”.

¿Qué hacer con saberse herido,
con reconocer la causa
de la dolencia crónica,
aunque sea más o menos evidente o clandestina?

Sólo queda volver, girar los pasos,
por más que duela,
a la mirada entrañable,
para redimir del secuestro la derrota.

Sólo queda postrarse,
dejar que se pose la mano del Señor sobre la herida,
y recobrar la carne sana
y el corazón remecido de templanza.

Sólo queda dejarse decir la Palabra eficaz,
que realiza en el corazón la intervención más delicada y respetuosa,
por la que retorna la vida y la alegría.

Sólo queda decir: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Y sentir el abrazo reconciliador de Dios.


Ecclesia

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