Wednesday, November 15, 2017

Francisco: "El silencio nos prepara y nos acompaña para el encuentro con el Señor en la misa"


DA LAS GRACIAS AL BUQUE CANTABRIA, QUE AYUDA A LOS EMIGRANTES EN EL MAR

"Cuando vamos a la misa, no vamos a un museo, sino a un encuentro vivo con el Señor"

¿Puedo decir que, cuando comulgo en misa, el Señor encuentra mi fragilidad? Sí

(José M. Vidal).- En la audiencia de los miércoles, el Papa Francisco recuerda que la misa es la oración más sublime y que orar "no es hablar con Dios como papagallos" y exige prepararse "con el silencio". Porque ir a misa "no es ir a un museo". En los saludos, Bergoglio da las gracias a la tripulación del buque español Cantabria, que ayuda a los emigrantes en el Mediterráneo.
Entre los asistentes a la audiencia, el cardenal Blázquez, arzobispo de Valladolid, que, en el saludo al Papa, le comenta algo al Papa, con cara de preocupación y durante más timpo de lo habitual en este tipo de saludos públicos
Lectura del Evangelio de Lucas: "Uno de sus discípulos le dijo: 'Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a los suyos. El les dijo, cuando oréis decid: 'Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino,perdónanos nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en tentación".
Algunas frases de la catequesis del Papa
"Seguimos con la catequesis sobre la misa"
"La misa es oración. Es la oración más sublime"
"Es el encuentro de amor con Dios, mediante su Palabra y el cuerpo y sangre de Jesús"
"¿Qué es realmente la oración? Ante todo, diálogo, relación personal con Dios"
"La gracia mayor es poder experimentar que la misa es el momento privilegiado para estar con Jesús, con Dios y con los hermanos"
"Rezar es también saber permanecer en silencio"
"En silencio, junto a Jesús"
"A veces, cuando vamos a misa, llegamos cinco minutos antes y charlamos con los que están al lado. No es el momento de hablar, sino del silencio, para prepararse. Momento de recogerse en el corazón, para prepararse al encuentro con Jesús. El silencio es muy importante. No vamos a un espectáculo. Vamos al encuentro con el Señor"
"Lo primero para aprender a rezar es saber decir 'Padre'"

"Si no soy capaz de llamar Padre a Dios no soy capaz de rezar"

"Tenemos que aprender a decir Padre"

"Dios se recuerda de ti y de todos"

"La segunda predisposición es dejarse sorprender"

"Hay que dejarse maravillar"

"¿En la oración, nos dejamos maravillar o pensamos que  la oración es hablar con Dios como los papagallos?"

"Cuando vamos a la misa, no vamos a un museo, sino a un encuetro vivo con el Señor"

"El deseo de renacer. La alegría de recomenzar. ¿Tenemos este deseo?"

"El Señor nos ama incluso en nuestras debilidades"

"El Señor nos perdona siempre y esto consuela"

"¿Puedo decir que, cuando comulgo en misa, el Señor encuentra mi fragilidad? Sí"

"Éste es el ambiente de la eucaristía. Ésta es la oración. Gracias".
Saludo en español
"Saludo especialmente a la tripulación del buque Cantabria, que presta sus servicios en el Mediterráneo en favor de los emigrantes. Gracias, gracias por lo que hacen. Muchas gracias"
Saludo en italiano
Saluda a los Frailes Menores Capuchinos
Saluda a las organización de los enfermos con diabetes y la banda musical de Reggio-Calabria: "Después, quiero escucharos"
Texto íntegro del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy, reflexionamos sobre otro aspecto de la Eucaristía, que es la oración. Rezar es ante todo un diálogo, una relación personal. El hombre ha sido creado para este encuentro con Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, relación perfecta de amor y unidad.
Jesús enseña a sus discípulos a rezar con la oración del "Padre nuestro" y con ella los introduce en el diálogo sincero y sencillo con Dios, animándolos a ir creando en ellos una conciencia filial, sabiendo decir "Padre". También a nosotros nos invita a permanecer con Él, siendo la Eucaristía ese momento privilegiado de unión con Dios y los hermanos.
"Vivir" en esa presencia supone dialogar en silencio, y para ello debemos tener la humildad de reconocernos pequeños, como el niño en brazos de su padre, confiando que todo lo recibimos de sus manos amorosas. Además, se necesita esa capacidad de asombro, como la tienen los más pequeños, para reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas, que nos llena de alegría y esperanza para comenzar de nuevo: Dios nos ama a pesar de nuestras debilidades y nos invita al banquete nupcial en el que el Esposo encuentra nuestra fragilidad y la sana, para devolvernos a la unidad originaria de lo que somos: hijos de Dios.
* * *
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a la tripulación del Buque Cantabria que presta su servicio en el Mediterráneo en favor de los inmigrantes. Saludo también a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Los animo a acercarse a la Eucaristía para estar con el Señor, para sentarse a su lado y compartir con Él nuestra vida, escuchando su Palabra que hace arder nuestro corazón.
Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuamos con las catequesis sobre la Santa Misa. Para comprender la belleza de la celebración eucarística deseo iniciar con un aspecto muy simple: la Misa es oración, es más, es la oración por excelencia, la más alta, la más sublime, y al mismo tiempo la más "concreta". De hecho, es el encuentro de amor con Dios mediante su Palabra y el Cuerpo y Sangre de Jesús. Es un encuentro con el Señor.
Pero antes debemos responder a una pregunta. ¿Qué cosa es verdaderamente la oración? Ella es sobre todo diálogo, relación personal con Dios. Y el hombre ha sido creado como ser en relación personal con Dios que encuentra su plena realización solamente en el encuentro con su Creador. El camino de la vida es hacia el encuentro definitivo con el Señor.
El Libro del Génesis afirma que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, quien es Padre e Hijo y Espíritu Santo, una relación perfecta de amor que es unidad. De esto podemos comprender que todos nosotros hemos sido creados para entrar en una relación perfecta de amor, en un continuo donarnos y recibirnos para poder encontrar así la plenitud de nuestro ser.
Cuando Moisés, ante la zarza ardiente, recibe la llamada de Dios, le pregunta cuál es su nombre. Y, ¿qué cosa responde Dios?: «Yo soy el que soy» (Ex 3,14). Esta expresión, en sentido original, expresa presencia y gracia, y de hecho enseguida Dios agrega: « El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob» (v. 15). Así también Cristo, cuando llama a sus discípulos, los llama para que estén con Él. Esta pues es la gracia más grande: poder experimentar que la Misa, la Eucaristía es el momento privilegiado para estar con Jesús, y, a través de Él, con Dios y con los hermanos.
Orar, como todo verdadero diálogo, es también saber permanecer en silencio - en los diálogos existen momentos de silencio -, en silencio junto a Jesús. Y cuando nosotros vamos a Misa, tal vez llegamos cinco minutos antes y comenzamos a conversar con quien está al lado nuestro. Pero no es el momento de conversar: es el momento del silencio para prepararnos al diálogo. Es el momento de recogernos en nuestro propio corazón para prepararnos al encuentro con Jesús. ¡El silencio es muy importante!
Recuerden lo que les he dicho la semana pasada: no vamos a un espectáculo, vamos al encuentro con el Señor y el silencio nos prepara y nos acompaña. Permanecer en silencio junto a Jesús. Y del misterioso silencio de Dios emerge su Palabra que resuena en nuestro corazón. Jesús mismo nos enseña como realmente es posible "estar" con el Padre y nos lo demuestra con su oración. Los Evangelios nos muestran a Jesús que se retira en lugares apartados para orar; los discípulos, viendo esto su íntima relación con el Padre, sienten el deseo de poder participar, y le piden: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11,1).
Hemos escuchado en la Lectura antes, al inicio de la audiencia. Jesús responde que la primera cosa necesaria para orar es saber decir "Padre". Estén atentos: si yo no soy capaz de decir "Padre" a Dios, no soy capaz de orar. Debemos aprender a decir "Padre", es decir, ponerse en su presencia con confianza filial. Pero para poder aprender, se necesita reconocer humildemente que tenemos necesidad de estar instruidos, y decir con simplicidad: Señor enséñanos a orar.
Este es el primer punto: ser humildes, reconocerse hijos, descansar en el Padre, confiar en Él. Para entrar en el Reino de los cielos es necesario hacerse pequeños como niños. En el sentido que los niños saben confiar, saben que alguien se preocupará de ellos, de lo que comerán, de lo que se pondrán y otras cosas más (cfr. Mt 6,25-32). Esta es la primera actitud: confianza y familiaridad, como el niño hacia los padres; saber que Dios se recuerda de ti, cuida de ti, de ti, de mí, de todos.
La segunda predisposición, también esta propia de los niños, es dejarse sorprender. El niño hace siempre mil preguntas porque desea descubrir el mundo; y se maravilla incluso de cosas pequeñas porque todo es nuevo para él. Para entrar en el Reino de los cielos se necesita dejarse maravillar. ¿En nuestra relación con el Señor, en la oración - pregunto - nos dejamos maravillar o pensamos que la oración es hablar a Dios como hacen los papagayos? No, es confiar y abrir el corazón para dejarse maravillar. ¿Nos dejamos sorprender por Dios que es siempre el Dios de las sorpresas? Porque el encuentro con el Señor es siempre un encuentro vivo, no es un encuentro de museo. Es un encuentro vivo y nosotros vamos a la Misa, no a un museo. Vamos a un encuentro vivo con el Señor.
En el Evangelio se habla de un cierto Nicodemo (Jn 3,1-21), un hombre anciano, una autoridad en Israel, que donde Jesús para conocerlo; y el Señor le habla de la necesidad de "renacer de lo alto" (Cfr. v. 3). Pero, ¿qué cosa significa? ¿Se puede "renacer"? ¿Volver a tener el gusto, la alegría, la maravilla de la vida, es posible, también ante tantas tragedias? Esta es una pregunta fundamental de nuestra fe y este es el deseo de todo verdadero creyente: el deseo de renacer, la alegría de reiniciar. ¿Nosotros tenemos este deseo? ¿Cada uno de nosotros tiene deseo de renacer siempre para encontrar al Señor? ¿Tienen este deseo? De hecho, se puede perderlo fácilmente porque, a causa de tantas actividades, de tantos proyectos de poner en acto, al final nos queda poco tiempo y perdemos de vista aquello que es fundamental: nuestra vida del corazón, nuestra vida espiritual, nuestra vida que es encuentro con el Señor en la oración.
En verdad, el Señor nos sorprende mostrándonos que Él nos ama incluso en nuestras debilidades. «Jesucristo [...] es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero» (1 Jn 2,2). Este don, fuente de verdadera consolación - pero el Señor nos perdona siempre - esto, consuela, es una verdadera consolación, es un don que nos es dado a través de la Eucaristía, de aquel banquete nupcial en el cual el Esposo encuentra nuestra fragilidad. Puedo decir que, ¿Cuándo recibo la comunión en la Misa, el Señor encuentra mi fragilidad? ¡Sí! ¡Podemos decirlo porque esto es verdad! El Señor encuentra nuestra fragilidad para llevarnos a nuestra primera llamada: aquella de ser imagen y semejanza de Dios. Este es el ambiente de la Eucaristía, esta es la oración.
RD

El Papa: el silencio nos prepara para el encuentro con Dios


¿Qué es realmente la oración? A ésta y otras preguntas respondió el Papa Francisco en el miércoles 15 de noviembre, en su segunda catequesis sobre la Eucaristía, que se centró en la jornada hodierna en la Santa Misa, y en la que remarcó la importancia de tener una actitud de recogimiento en preparación al encuentro con Dios.
Escuchar audio, aquí
"En la catequesis de hoy, reflexionamos sobre otro aspecto de la Eucaristía, que es la oración. Rezar es ante todo un diálogo, una relación personal. El hombre ha sido creado para este encuentro con Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, relación perfecta de amor y unidad", dijo primeramente en español, y resaltó la importancia del silencio, al explicar que como cada diálogo verdadero, rezar es también saber permanecer en silencio, y es el mismo Jesús quien nos enseña cómo hacerlo, cuando, tal como relatan los evangelios, se retira en lugares apartados para rezar, y los discípulos, al ver esa íntima relación con el Padre, sienten el deseo de participar y le piden que les enseñe a rezar.
"Jesús enseña a sus discípulos a rezar con la oración del «Padre nuestro» y con ella los introduce en el diálogo sincero y sencillo con Dios, animándolos a ir creando en ellos una conciencia filial, sabiendo decir «Padre». También a nosotros nos invita a permanecer con Él, siendo la Eucaristía ese momento privilegiado de unión con Dios y los hermanos".
Dejando los papeles de lado, el Santo Padre ilustró una situación que suele suceder cuando vamos a misa, recordando asimismo, lo que dijera la semana pasada en la primera catequesis sobre el tema, cuando pidió "levantar nuestros corazones al Señor", y no los teléfonos celulares: "Cuando vamos a Misa,  -dijo - tal vez llegamos cinco minutos antes y comenzamos a conversar con quien está a mi lado. Pero no es el momento de charlar, es el momento del silencio para prepararnos para el diálogo. Es el momento de recogerse en el corazón para el encuentro con Jesús. El silencio es muy importante. Recuerden lo que dije la semana pasada: no vamos a un espectáculo, vamos a encontrarnos con el Señor y el silencio nos prepara y nos acompaña".
Su Santidad mencionó, por otra parte, dos predisposiciones para aprender a rezar bien, a saber, la primera, la de ser humildes y reconocerse hijos de Dios; y la segunda, aquella de "dejarnos sorprender",  y esto porque "el encuentro con el Señor es un encuentro vivo": "Vivir en esa presencia - añadió en español -  supone dialogar en silencio, y para ello debemos tener la humildad de reconocernos pequeños, como el niño en brazos de su padre, confiando que todo lo recibimos de sus manos amorosas. Además, se necesita esa capacidad de asombro, como la tienen los más pequeños, para reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas, que nos llena de alegría y esperanza para comenzar de nuevo: Dios nos ama a pesar de nuestras debilidades y nos invita al banquete nupcial en el que el Esposo encuentra nuestra fragilidad y la sana, para devolvernos a la unidad originaria de lo que somos: hijos de Dios".
Jesucristo, - enseñó el Papa - víctima de expiación por nuestros pecados, se dona a nosotros a través de la Eucaristía y nos consuela, para llevarnos nuevamente a nuestra primera llamada: la de ser a imagen y semejanza de Dios.
En la conclusión de su catequesis en nuestro idioma, el Papa Francisco animó a todos a acercarnos a la Eucaristía para "estar con el Señor, para sentarse a su lado y compartir con Él nuestra vida, escuchando su Palabra que hace arder nuestro corazón".
De Griselda Mutual - SpC
Radio Vaticana

Francisco reflexiona sobre la oración en la audiencia general



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